La
situación de Haití hoy en dia es compleja y alentadora, en un momento donde la
derecha avanza a paso firme sobre el continente, la nación caribeña que iniciara
la cadena de revoluciones Latinoamericanas en 1804 y supiera darle asilo al
mismo Simón Bolívar para planificar la liberación venezolana en 1815, muestra
signos de vida y se rebela.
Es que tras 100 años de dominación
norteamericana en la zona, finalmente el pueblo se ha cansado de una situación
que solo les ha traído pobreza y miseria, por tanto están en medio de un
proceso electoral que busca ser emancipatorio. Así fue que luego de finalizado
el mandato del ex presidente Michel Martelly, y en las puertas de un enorme
fraude electoral apoyado por la Casa Blanca, que buscaba devolver al poder a
algún heredero del régimen Duvalierista, el pueblo haitiano dijo basta y salió
a las calles.
Recordamos que Martelly fue impuesto por la
OEA, controlada por los Estados Unidos, en 2011, destituyendo al Consejo
Provisional Electoral de Haití. La presión política Yanqui la ejerció la, en
ese entonces Secretaria de Estado, Hillary Clinton, hoy maquillada por la burda
imagen de Trump, pero no muy lejos de sus visiones imperialistas y neoliberales
de la política.
Entre
tanto, la MINUSTAH, Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití
mantiene a las fuerzas de seguridad internacionales instaladas en el territorio
desde el año 2004, para “velar por los haitianos”, mientras producen innumerables
situaciones de abuso y atropello contra el pueblo. Las únicas naciones que no
se prestaron para esta ocupación militar e invasiva son Venezuela y Cuba. No es
casualidad este hecho, teniendo en cuenta las visiones políticas de cada una de
estas naciones, que han desarrollado un proyecto mucho más cercano a la Patria
Grande que el del resto de los países de la zona, con gobiernos claramente anti
imperialistas en su praxis, no solo en el discurso.
Mientras tanto el pueblo Haitiano pide que la
ONU o la OEA dejen de intervenir en el territorio, solicitando ayuda en la
CELAC, donde nuestra vicepresidenta, Gabriela Michetti, avalo el accionar de
las Naciones Unidas y la ocupación militar.
El 25 de Octubre se debía votar a elecciones
presidenciales, pero fue tal la denuncia de fraude y el descontento popular
para con las mismas que eso desato en una crisis política y electoral. En
teoría se debía elegir entre los dos candidatos con más votos, Jovenel Moise
del partido Oficialista y Jude Celestin, opositor del Lapeh. Este último
decidió no presentarse a la segunda vuelta, por temor a que sean manipuladas
por el oficialismo. Ante las manifestaciones populares y la violencia civil
desatada las elecciones se han postergado y postergado, aun buscando una
solución. La situación, mediáticamente focalizada en la crisis electoral, es
mucho más compleja. Las elecciones solo fueron el detonante para destapar
finalmente el derrumbe de las estructuras impuestas por las ocupaciones yanquis
en el territorio (1915-1934), que persisten en conflicto desde la caída del
régimen Duvalierista en 1986.
Se hace difícil visibilizar una solución a
corto plazo. Las cúpulas diligénciales, representadas por la burguesía
nacional, buscan decorar lo mejor posible la situación con la designación de
una Comisión de Verificación Electoral, que ha quedado en manos del senador
Jocelerme Privert, ahora presentado como un patriota nacionalista en contra de
las exigencias de Estados Unidos. Pero uno de los grandes problemas en Haití es
que deben poder salir del bipartidismo que tiene por un lado los representantes
del Duvalierismo, marionetas del imperio yanqui, y por otro a una burguesía
nacional que sostiene una idea neoliberal, pero con intereses particulares.
Haití es un país que atraviesa un presente
delicado, pero que hoy finalmente ha derribado la legitimidad norteamericana en
el territorio. El apoyo durante los últimos 5 años a Martelly y el manoseo
electoral craneado por la Casa Blanca expusieron de alguna forma las
estructuras de dominación que se buscaban perpetuar en el gobierno haitiano.
Esto desencadeno en la crisis social que hoy se ve en el mundo reducida a una situación
electoral. Ahora el pueblo haitiano tiene un largo recorrido para formar
cuadros políticos independientes que no pertenezcan a la burguesía nacional y
puedan disputar unas elecciones o tener un proyecto concreto de gobierno.
Mientras tanto un fragmento de esta mencionada burguesía busca hacer sus
propios pasos y se posiciona en una vereda distante a los intereses yanquis,
pero aún bajo una visión neoliberal del país. Dentro de estos personajes
tenemos a Privert y Celestin entre otros, que ahora se asumen como líderes
revolucionarios pro-Haití.
El camino es duro, pero Haití finalmente
parece ver hacia dónde quiere ir.
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